Un miembro del comité nos informó que una vecina, una señora joven de 36 años había desaparecido; según su esposo había sido secuestrada dentro de la colonia, en las cercanías del parque a donde había ido a leer muy temprano por la mañana.
Miré a mi esposo, como buscando ver en sus ojos el mismo sentir que yo tenía en ese momento y me di cuenta que no era la única que se negaba a creer tal extremo. Desde que nos casamos hemos vivido en esta colonia y la hemos disfrutado al máximo; hemos caminado por sus calles infinidad de veces, a toda hora, en verano y en invierno, hemos celebrado en el parque los cumpleaños de nuestros hijos y NUNCA , jamás hemos observado nada fuera de lo común ; en esta colonia hay hasta un sistema para que ni los perros se pierdan y por eso se me hacía imposible que algo así ocurriera...pero no tuvimos más remedio que aceptar lo que podria haber ocurrido; también me pareció raro que con el frío que hace aquí por las mañanas una señora saliera a leer al parque.
La noticia nos conmocionó a todos y poco a poco comenzamos a darnos cuenta que no éramos los únicos que no creíamos la versión de Roberto Barreda; los rumores comenzaron y algunos contaron como el día de la supuesta desaparición , el esposo llegó de lo más campante a decirles que no tuvieran pena, que el se iba a hacer cargo de todo y que ya no necesitaba que el comité le ayudara en nada. También alguien contó que se había enterado de que al papá de Cristina le habían puesto una orden de restricción que le impedía ver a sus nietos. Estos datos aún no eran de conocimiento público. Nos llamó la atención que pese a que muchos vecinos ofrecimos incluso a que revisaran nuestras casas o nos interrogaran, NUNCA las autoridades lo hicieron en esos días. Fue hasta despues de que Norma Cruz tomó el caso en sus manos que comenzaron a hacerlo, pero ya era tarde.
Nunca hablé con Cristina, solo la veía pasar a veces caminando detrás de su niño y acompañados siempre de un perrito Hush puppie; era una mujer muy bonita, delgada, discreta a la que sin duda le gustaba pasar desapercibida pues no hacia nada para llamar la atención, siempre iba con algún pants oscuro.
Roberto Barreda , un tipo del que nadie podía presumir ser su amigo en esta colonia, comenzó a cambiar en esos días; según relataron algunos vecinos empezó a portarse amable, sonriente y hasta comunicativo, se le veía mucho en el portón de su casa, como si quisiera abrirse a los vecinos, algo que no había hecho en todos los años que llevaban de vivir aquí y menos aún cuando su mamá fue Presidenta de la Corte , época en la que solo se miraban un montón de guardaespaldas afuera de la casa.
Una vecina, que llegó a conocerla un poco más que el resto, la describe como una persona muy amable siempre y cuando estuviera sola porque cuando su esposo estaba presente cambiaba por completo y casi no hablaba.
El caso de Cristina nos llevó también a cuestionarnos nuestra actitud como vecinos, aunque muchos, (sobre todo los que tenemos años de vivir aquí) nos conocemos y platicamos cuando nos vemos en la calle, nos golpeó duramente el pensar que casi no nos comunicábamos y eso dejaba mucho que desear. En lo personal, puedo decir que pasamos muchas noches desvelados, hablando, aterrados al pensar que aquí se había cometido un asesinato y no nos habíamos dado cuenta; desconfiando de si alguien que conocíamos podría haber sido cómplice ya sea directamente o tan sólo con su silencio.
Todavía viene el MP a realizar algunas pesquizas y renace alguna esperanza de que encuentren alguna pista , algún indicio que lleve a descubrir donde está .
Un año despues , aún siento lo que sentí ese día y pienso que me hubiera gustado ser su amiga, saber si corría algún peligro, adivinar en sus ojos el sufrimiento que llevaba por dentro. La huella de lo que sucedió aquella noche será difícil que se borre y seguimos pidiendo que se haga justicia y que esos chiquitos que mirábamos caminar junto a su mamá y siempre seguidos de su perrito puedan disfrutar lo que les queda de infancia rodeados del amor de su familia materna.